¿Alguna vez has sentido que te han tirado a una cuneta? Carlos tuvo la oportunidad de vivirlo, de conectar exactamente con ese sentimiento que estoy seguro que tienen algunos animales cuando sus dueños sin venir a cuento, les abren la puerta en mitad de una carretera y los dejan ahí. Pero hasta ellos tuvieron más suerte que Carlos, porque al menos mientras ven que se alejan sus dueños empezaban a ser conscientes del abandono. Carlos se lo encontró de repente. Esta historia de amor es de las de cuento, pero de las de los cuentos tóxicos (creo que no hay otros tipos de cuentos, bueno sí, los chinos, estos me gustan más).
La historia de "La Cuneta de Carlos", es de estas que te dicen que te enamores con los ojos cerrados cuando te llegue "esa persona", y sí, tu tienes los ojos cerrados pero ella no. Gracias a tu ceguera emocional, te conviertes en un títere, una marioneta en nombre del amor. Hoy le molesta que hables de esa forma, mañana que te hayas fumado un cigarrito y a los meses eres un proyecto fracasado de pareja ideal de otra persona. ¿Esto es amor? pues depende de quien cuente la historia, en vuestro caso me estáis leyendo a mí, por lo que estaréis conmigo que esa forma de amar es muy tóxica, de hecho hasta dudo que fuera amor.
No sé si aún puedes recordar lo que sentiste por tu primer amor, esa sensación de invulnerabilidad cuando estáis juntos, ¿te acuerdas cuando pensabas que ese iba a ser el único amor? Ya te veías en tu boda rebosante de felicidad e incluso de ancianitos...¡qué tierno!. Lo que no te esperas en este tipo de amor tan juvenil y tan irresponsable afectivamente hablado, es que va a ser el que más te va a doler en tu vida, no porque sea el más intenso, seguramente tampoco porque sea ni el más importante ni el que más lo merezca, pero es el que más desarmado te va a coger.
Todo es de color de rosa, o eso quieres creer, porque al irte minando emocionalmente, llega un momento que ya no sabes ni quién eres ni lo que realmente tu pareja quiere de ti. Ese aturdimiento te impide darte cuenta de la inminencia del abandono. Y llega, llega ese día en el que por una conversación o discusión absurda y casi provocada por el abandonador, te deja. Te deja sin solución de continuidad y desaparece.
Y es en ese momento, en el que te das cuenta de la plasticidad que has adquirido, tanta que casi no sabes quien eres. No sabes si el abandono es un castigo por no haber sido capaz de darle a tu pareja lo que te pedía o es una liberación porque dejas de sentir ese miedo y esa presión continua. El caso es que te quedas en la cuneta, sin coche ni herramientas para volver a tu mundo.
Ahora que ha pasado el tiempo, Carlos se ha podido dar cuenta de que tiene que estar agradecido a la vida por quitarle a esa persona de su camino. Estoy seguro de que al igual que Carlos, esa persona también habrá evolucionado y a sus futuras parejas las habrá respetado, entendido y sabido comprender en sus particularidades. Y si no ha sido capaz de aceptarlas, que al menos las haya dejado con más responsabilidad afectiva que con la que dejó a Carlos.
Y es que cuando mira hacia atrás y Carlos se reconoce en el presente, no hay nada que le aterrorice más que pensar que en algún momento, haya representado para alguien el ser el que deja en la cuneta.
El que escribe esta entrada quiere pensar que nadie es bueno o malo en su totalidad, sino que a veces cuando entramos en interacción, el rol que desempeñamos tiene más que ver con nuestras circunstancias, limitaciones mentales y experiencias pasadas, que con el "ser" en el sentido profundo de la palabra.
Quiero pensar eso porque no quiero pensar en que tal vez, haya sido yo el que alguna vez, también haya dejado en la cuneta.
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Ahora te toca reflexionar a ti, ¿me lo cuentas?