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Cuando Ares cierra la puerta a Eros


En anteriores entradas he hablado sobre el laberinto en el que nos encontramos cuando iniciamos una desvinculación amorosa, pero si recordáis, me refería a una desvinculación “amorosa” desde el amor, el entendimiento y sin que nuestros “Ares” internos intervinieran en ese proceso de que más que de “desamor” se puede entender como de transformación de sentimientos y de reubicación de la otra persona en el lugar que le corresponde en nuestras vidas.

El duelo en estos procesos es muy diferente al de otros procesos de ruptura que podemos tener o que nos “obligan” a pasar. El mayor sentimiento de pérdida que se siente en una ruptura “amorosa” es ese mismo el de amor, la sensación de pérdida del vínculo amoroso, de las emociones que se sienten al abrazar a esa persona, de dormir junto a ella, o de lo que es mejor, de despertarte junto a ella. Pero quiero hacer especial hincapié que lo que se siente es la pérdida de esas emociones…ya que si hemos reflexionado racionalmente que esa persona no es la idónea para una relación afectiva, en realidad, no echamos de menos a la persona, sino lo que esa persona suponía en nuestras vidas y los sentimientos y emociones que nos producía.

Pero… ¿qué pasa cuando nos empujan a entrar en el laberinto y nos cierran la puerta? ¿Cuándo aunque sintamos el mayor dolor de nuestras vidas no es lo suficientemente fuerte como para derribar esa puerta que nos han construido?
Este tipo de duelos o laberintos, son los que más se asemejan a la muerte, porque aunque esa persona siga vivita y coleando, en lo que se refiere a nuestra vida muere, desaparece, se esfuma. Me refiero a cuanto te dejan “sin más”, sin más explicaciones, sin más argumentos y sin derecho a réplica. En esto casos, es muy posible que una vez te hayan “metido” en el laberinto y cerrado la puerta, pases días, semanas o incluso meses, pegado a la puerta llorando cómo si los llantos y las lágrimas fueran capaces de disolver ese material tan duro con el que se construyen los muros.

Comenzar a andar este laberinto es muy difícil y los monstruos que aparecen, son muy diferentes al anterior, en este caso, los monstruos te atacan a ti, te golpean fuertemente con la culpa, el aturdimiento y con la amnesia. Y diréis ¿la amnesia?, sí, porque así somos, una vez dentro tendemos a olvidar lo negativo, vivencias feas y desagradables, y si como una película de amor se tratase nos vienen a la cabeza flashback de nuestros viajes, nuestras risas, nuestra complicidad…
Pero en estos laberintos, también tenemos nuestros “aliados”, que al igual que en el otro laberinto están ahí para ayudarnos y debemos de utilizarlos y buscarlos. Como decía, los aliados son todas esas personas, cosas, situaciones y experiencias con las que podemos dar luz a nuestro camino y “ventilar” nuestras emociones para que se vayan regenerando. Y debemos utilizarlos, porque el camino es duro, en este caso la otra persona no se nos presenta en “sueños”, en este laberinto no existe “la salida de emergencia” que nos devuelve a la situación que teníamos, en este laberinto NO hay marcha atrás y aunque ser consciente de eso te raje por dentro como si de una cuchilla se tratara, ahora más que nunca son necesarios los autocuidados tanto físicos, como psíquicos y sensoriales ¿y a que me refiero con esto? Pues me refiero a que tenemos que volver a conectar con nuestra individualidad, con nuestros sentidos, nuestro placer y nuestro autoconcepto, sobretodo esto último es lo que queda más dañado.

La pena y la autocompasión nunca sirvieron para hacerse fuerte, y aunque con esto se obtienen muchas “ventajas” piensa si realmente es la imagen que tanto tú, como tu entorno quieres que tenga de ti, la tristeza es muy importante y muy necesaria sentirla, expresarla y exteriorizarla, pero obsérvate para que no se transforme en un estado normal en tu vida. Con esto no quiero dar la sensación de que no se tenga que pasar mal, que somos SUPER fuertes y el autocontrol emocional es nuestra mayor virtud, NO nada más lejos de la realidad, pero una vez que somos conscientes de dónde estamos, porqué estamos y que nuestro único camino y misión es seguir hacia adelante y disfrutar de todas esas pequeñas cosas que nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestro entorno nos ofrece puede ayudarnos a vivir nuestro proceso dentro del laberinto de forma menos traumática.

¿Por qué cuando hablamos del enamoramiento como camino y aprendizaje, lo vemos tan positivo en nuestra vida, como un crecimiento personal donde exploramos todas nuestras emociones y sentimientos, las contamos y las “cantamos” a los cuatro vientos y sin embargo con el desenamoramiento huimos a toda prisa de sentimientos, de explorar qué nos está pasando, qué estamos sintiendo e intentamos aprender de ello? El primer motivo, por cómo decía en la primera entrada de este blog, porque tenemos muy aprendidos los pasos del enamoramiento, síntomas, características, imágenes (mariposas en el estómago) y el entorno es facilitador de expresar esas emociones, pero en el caso contrario parece que ni los sabemos, ni lo queremos saber, ni nadie nos lo quiere enseñar, pero curiosamente TODAS las personas lo vivimos en nuestras vidas. Y en este caso, aunque no voy a entrar en cuestiones de género, las mujeres lo tenéis más fácil, a la hora de exteriorizar sentimientos y expresar emociones, pero los hombres…cuantos hombres hemos aprendido a “troquelar” emociones y donde sentimos tristeza expresamos rabia, violencia o conductas “insanas” como cogerte un ciego que ni tú te acuerdes, o permitirte llorar sólo en ese estado, por no poder supuestamente aparentar ser “débil”.

Espero que podáis apreciar la gran diferencia entre este laberinto y el primero que os presenté hace ya un tiempo y cómo siempre os digo, estoy abierto a comentarios, reflexiones y vuestras propias vivencias. Tanto en privado como hacéis muchos/as de vosotros/as como por aquí.

Muchas gracias por vuestro apoyo
Un abrazo

Pd: Os dejo esta hermosa canción de Sigur Ros, que aunque suena un tanto desoladora el final siempre es esperanzador

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